dibujo.
El ojo-lapíz pasó a través del corazón, la mano. La madera
destiló grafito. No encuentro impedimentos en el camino. Y la
mente? Es todo esto. Cuando no está presente tiene una base piloto
inserta en la tecno-mano. Y la panza, el dedo
del pie, el sexo, los sentidos? A veces se insertan en el camino,
otras hacen el hincha por el final, otras todavía saben
que tienen que esconderse silenciosamente. Pero igual miran...
...
el dibujo es línea y basta. Esperá te muestro un cerdito
...El trazo de la línea y basta. Apenas aflora una sombra de la sombra o
de otro ya es otro. Otro qué? Preparación a la pintura? Ayer, inquieto
boceto enjaulado en las encuadraturas o perforado de la ruedita para
hacer ravioles
allo
spolvero y
después sofocados en los afrescos y revive en su frío estupor
calcinado con el nombre de sinopie? Cashwall que se pavonean en los
museos y, casi siempre mal, restaurados. Hoy, china che
si china al mercado
dejandose maquillar para aumentar, empolvandose, la propia
cotización? Así se complacen los sedicenti
entendores.
Entonces
la pintura es aquella que se liberó de la jaula de hilos de
hierro? Y las técnicas mixtas y el oleo sobre papel? Buh!
Es
todo pintura. Si tenes que etiquetarla, por fuerza... esperá... no
vayas.
PARAISO
DE DOLOR Y DEAMOR deGiovanni
Bonanno
No
es que rosa de fulgor, el cielo que Dante contempla, creación
del
martirio de Cristo. Rosa que florece la "plenitudine
volante" de angeles, y el pueblo de los redenti,
que, emerge la mirada en la "luce trina".
El tercer cantico es poesía de la mística, cual realidad dell'intus
que experimenta dudas, sufrimiento, catarsis
después del tiempo de la "selva oscura", antes de prevenir al
dono de la fé. Representación concreta de una verdad
conquistada a fatiga, que se aparece de improviso en el espacio
de la luz, rivelación "el ser del mundo": Logos.
El cual refunda el cosmos y replasma el hombre asumiendo la
condición y se trasmuta
en "hombre
del dolor" en el turbinio del Golgota, la
cual ténebra está desgarrada del
"consummatum est".
La muerte de Cristo deviene
"lux mundi".
"
In forma dunque di candida rosa mi si mostrava la milizia
santa
che nel suo sangue Cristo fece sposa"
Capolavoro
de la poesía el Paraiso estrinseca la necesidad de superar las
incertesas terrenas y de unirse, recojiendo el enigma de la sconfitta, al Dios
de la paz. En su meditación es el drama de la naturaleza
trafitta
de la historia, no dispuesta pero a la nada. Suyo el destino
de la "spes contra
spem", de una desesperada esperanza que constringe, en
el fondo de la noche, a esperar un germen de luz.
A la rosa dell'empireo Silvio Benedetto
dedíca una particular obra. Pintura extraordinario en la esencialidad
figurale
que escapa de las construcciones arquitectónicas y narrativas.
Sintetiza en la unidad dos iconos una idea compleja de la
"Jerusalem coelestis", pasional y existencial, que
no ilustra, ni comenta el canto XXXI. Se trata más que de la sapienza
intelectual de un teólogo, del travaglio
religioso de un hereje. De un artista que junta fragmentos de espiritus
en lo cotidiano y que mira al Paraiso con el alma y la carne, madide
de perfumes y afrori.
No pudiendo como el peregrino Dante sumergirse en el sol
infinito y vivir la gracia de los puros, la caridad que perdona,
el magnificat degli umili, el pintor retrae su paraiso privado
de los beatos "di fiamma viva" y de los santos
"d'altrui lume fregiati e di suo riso". Concibe l'mpireo a
su imagen, fragante de amor . Proyección de existencia
consumada en la calle, en el infierno de un presente inundado
de fiele
más que de mil. Pero es su visión. El la trae de la
materialidad corporea y de la realidad a él consustancial, en grado
de explicar el sentido de su
arte. Plenamente física la imágen del Paraiso, aunque llena
de simbolos, palpitantes de vida y muerte, de orgasmo y delirio,
de lujuria y piedad.
Es
un irregular de la fé Silvio Benedetto. Religiosidad, la suya, arcaica:
signo de ancestralidad, magia, sacrificio, rescato. Se radíca
en la civilidad campesina, mediterranea y latinoamericana,
mostrando la urgencia del otro horizonte, percibido de la
teología de la liberación. Sorprende ahora la apertura al
pensamiento medieval, tomistico y dantesco, casi un deseo de
superación, a traves de la metafísica cristiana, de su confin. Por
esto, inspirado del "gran fiore", exprime en la forma
pictórica, con dualidad manichea,
l'"itinerarium mentis et cordis" hacia la luz, que
aveces llega y dolorosamente aprisiona antes en la
carne y luego sobre la tela.
Luz inquietante, del hombre y de Dios, que traza el
cammino en dirección del sepulcro. No ritualista, ni patética la
luz. Posee el lamento del "Lamma
sabactani" y el bálsamo del llanto. Espiritual y sensual
se expande en el espacio de un cielo dorado, que recoge secretos,
traiciones, vacios, esperanzas.Luz que irroga
cada vida, también la dannata.
En la espacialidad reluciente de oro el artista compone una
gran rosa y la imagen del crucifijo.Fuerte el contraste. Está
en plena floresencia la rosa, saturado de carne y sangre,
spruzzata de
amarillo y maculata
de rojo.
"Rosa
purpurea" che rotea come astro, significante
l'empireo. Posta in primo piano sembra sormontare la sommità
immaginaria di un monte, i cui crinali sono rivoli vermigli.
Anche i labbri dei petali sono vermigli, mescolati all'ocra
limpido che carezza le membra del fiore.
Silvio Benedetto formula una visione nuova del paradiso, fatta
di passione. Non astratta. Traspone nello spirituale l'umano
che si esprime con gesti e segni. La rosa, nel rapporto
d'amore, è metafora di donazione e condivisione: sugella il
paradiso ritrovato dall'uomo e dalla donna.
Paradiso
La valle delle pietre dipinte
Campobello di Licata . (AG)
Dunque la rosa è paradiso. Sensuale. Dimentico di Bernardo
che guida Dante nell'empirio svelando il "gaudioso
regno" e i volti di Francesco, Lucia e Beatrice, il
pittore trasfonde nella rosa la pienezza dei sensi che
contraddistingue la Sulamite del"Cantico dei
cantici". Un paradiso che ricorda la carnalità di
Maddalena, lo slancio di Caterina da Siena, l'abbandono di
Teresa
d'Avila, il profumo di Teresa di Lisieux. Di ogni donna
innamorata che scopre con il corpo e con la fede l'amore.
Riassuntiva della poesia lirica e della mistica è l'immagine
della rosa. Cielo d'Alcamo la dice "aulentissima":
la patristica chiama Maria "Rosa di Gerico". La
Vergine madre è "la rosa in che il Verbo divino / carne
si fece": mediatrice tra cielo e terra. Lei paradiso di
salvezza:
"Donna, sé tanto grande e tanto vali che qual vuol
grazia e a te non ricorre sua disianza vuoi volar sanz 'ali
".
Ogni donna è parte della rosa per Silvio Benedetto. Ed è
questa rosa che egli offre al Cristo del calvario, che con
braccia protese in alto si staglia nella luce. Piccolo
crocifisso, paradiso di dolore, in cui si assomma la
tragedia della natura e della storia. E' il Cristo partecipe
della morte dell'uomo, così come lo vuole la sacra scrittura
e l'olocausto che da secoli si consuma sulla terra.
Piegato
nel corpo, simile alle icone di Cranach e Dürer, ma anche di
Velasquez, Sutherland e della pietà popolare il "servo
di Jawè" è inchiodato nella chiarità infinita che
svela, di là dal venerdì, l'alba della Pasqua.
Non è forma astrattiva, ma concreta il crocifisso. Non
fantasma, bensì corpo maciullato, splendente nel martirio
della luce che costituisce l'essenza di Dio. Quasi
fuoriuscente dalla rosa, dalla matrice femminile, il Cristo
dell'artista italo argentino si dona al mistero con membra
straziate. Scolpito nella bocca, buco catramoso, è il grido
che deflagra nel cosmo e motiva il lamento di adulti e bambini. Coronato di spine il capo e da fluenti capelli che
addolciscono il volto. Il dorso si allunga, stirato e
strappato, sino a divenire esile, mentre le mani sono
inchiodate verticalmente nello spazio.
Disegno organico, tragicamente liberatorio, che ritma con
tratti circolari e a spirale la figura: la tormenta con
incisioni, la scava con macchie, le rende fremente di giallo.
Anatomia del Cristo contemplato con sentimento e intelletto
per il suo essere luce: alfa e omega. Spiegazione unica del
cosmo, soprattutto dell'empirio che rifulge della
"scientia crucis" che Juan de la Cruz ed Edith Stein
conoscono nella solitudine del carmelo e del lager.
Gli ultimi canti della Divina Commedia costituiscono per
l'artista, struggente poetica, eresia che gli permette la
creazione di un suo paradiso. Dipinge d'eros e candore la
"somma luce" vedendo dinanzi a sé il Cristo del
patibolo e l'umanità redenta, adombrata dalla rosa.
Giovanni
Bonnano (ordinario Storia dell'Arte, membro della
Commissione d'Arte Sacra e
dell'Evangeliario Moderno)